Para cubrir esa demanda prevista, los principales miembros de OPEP+ (liderados por Arabia Saudí) acordaron reactivar más pozos en octubre, sumando 2,2 millones de barriles diarios adicionales que estaban paralizados. Aun así, el anuncio apenas hizo caer los precios: el barril de Brent ronda los US$67 actuales. La OPEP ve esto como una validación de su estrategia, pero admite que en los últimos años sus previsiones internas han sido excesivamente optimistas y no siempre coinciden con las de otros analistas.
 

En sus proyecciones internas, la OPEP calcula que la demanda mundial de petróleo crecerá en 1,3 millones de barriles diarios este año, un ritmo cerca del 40% más rápido que lo que estiman grandes firmas financieras como Goldman Sachs. Esta visión contrasta con la de otras entidades: por ejemplo, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) espera un excedente récord de más de 3 millones de barriles diarios para 2026, debido a una demanda más lenta en China y al auge de la producción en Estados Unidos y otras regionesl. En resumen, OPEP habla de un mercado ajustado, mientras que otros pronostican un exceso de oferta.
 

Estos pronósticos contrapuestos reflejan la incertidumbre global. De confirmarse el déficit que prevé la OPEP, podríamos ver un alza en los precios del petróleo, lo que encarecería la gasolina, el diésel y, en general, la energía para la economía mundial. Pero el gobierno de EE.UU. proyecta lo contrario: la Administración de Información Energética (EIA) estima que las reservas mundiales crecerán en más de 2 millones de barriles diarios próximamente. Bajo ese escenario, calcula que el barril de Brent caería hasta unos US$51 en 2026. En definitiva, el mercado petrolero estará muy atento a factores económicos (crecimiento mundial, demanda de China, etc.) y políticos (decisiones de la OPEP+, producción de esquisto en EE.UU., etc.). Lo que haga la OPEP+ en los próximos meses será clave, pues influirá directamente en el precio del crudo y sus efectos sobre la inflación y la economía global.